Hace años me lié con una madre separada así de buenorra, de esas que tomaban quinoa y hacían Crossfit.
Una ecuatoriana de este estilo, sin pecho, más delgadita y cara más aniñada y coletas.

Por suerte, me pilló en mi mejor momento de forma y pude tener el polvo más intenso de mi vida, de los que cualquier cama no aguanta.

Pero no por ello no fue el más especial, no estaba enamorado de ella, me gustaba mucho pero no que dejase a su hija con otras personas para salir mientras aún estaba casada.

Me siento orgulloso de rechazarla cuando estaba casada, le tenía muchas ganas pero mis valores no me permiten desear a la mujer de otro.

Cuando me enteré que ya se había separado y que preguntaba por mí, no me lo pensé, creo que tenía otros rollos y yo tampoco quería nada serio y por eso la historia no duró más de tres días, uno de los cuales lluvioso.

El momento que más disfruté con una chica fue en una excursión que hicimos juntos donde me declaré bajo un pinsapo, sólo nos abrazamos y besamos sentados en la hierba mientras calentaba el atardecer de otoño.

No llegamos más lejos porque rechacé verla más, me dolía no saber porqué no quería verla más, y creo que es porque reviví mi único noviazgo en la que lo pase mal por falta de independencia económica.

Sigo siendo pobre y fracasado, conformista con una vida humilde trabajando en el campo sin apenas salario, y trabajo para encontrar el momento de superar mis propias barreras como ha hecho Ibai con su sobrepeso.